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UN ADIÓS...

 Ha llegado el momento de decirnos  adiós.
Has sido una fiel compañera. Has estado a mi lado los ultimos ocho años. Llegaste en silencio, con humildad, siempre sin destacar, a ras de suelo. Yo nunca te hice mucho caso. No te cuidé como merecías. Es más, te maltraté. Te llevé a lugares indecentes. Te exigí más de lo que podías darme. Utilicé tu flexibilidad, pero también tu resistencia. Tú nunca te quejaste.

 Cuando no te necesitaba, me esperabas pacientemente en cualquier rincón de la casa, o al pie de la cama. Cuando me acercaba a tí, adivinaba una sonrisa en tu faz, incluso cuando sospechabas que lo que te esperaba no iba a ser agradable. Humedad, polvo, barro, agua han sido nuestros más íntimos compañeros. Incluso, ocasionalmente, basura, inmundicia y deshechos.

 Al principio, practicábamos cualquier deporte. No el baloncesto, donde he cultivado otras amistades. Pero sí la carrera, el paseo por el campo, la bicicleta... Así empecé a dañarte, al incrustarte en los calapiés. Nunca quise comprar unas zapatillas de ciclista, de esas que se acoplan al pedal, pero que te dan un aire de bailarín de claqué torpón, cuando te bajas de la bici. Y en este ultimo año y medio, la Orientación, esta nueva afición, que nos ha exigido meternos en lugares donde jamás nos habríamos aventurado por voluntad propia: zarzas, rocas, charcos, barrizales. En ocasiones lo exigía el trazador. En otras, mi torpeza me llevaba a aumentar innecesareamente tu sufrimiento. Y siempre que tú lo sufrías, yo sufría también, y no espiritual, sino físicamente. Mis piernas se han cubierto de arañazos.Y sin embargo, mis pies terminaban en buen estado, gracias a tí.



 Este último fin de semana, en Calamocha, ha supuesto el final de nuestra amistad. Hacía tiempo que me venías pidiendo un reposo, y ha llegado el momento de concedértelo. Los pinares de Monreal; las vaguadas de Luco, y sobre todo, el barro del Jiloca (y también sus ortigas) será el último recuerdo que compartiremos.Tú descansarás; yo partiré hacia nuevos desafíos. Estabas agotada, agujereada, sucia .Y sin embargo, seguía vislumbrando tu sonrisa. Cuando me desuní de ti y te contemplé de cerca, me maravilló el aroma que desprendías. No a sudor, que era lo que esperaba, sino a romero, tomillo y otras hierbas del campo. Nunca un cadáver ha olido tan bien.

ADIÓS.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Me gusta el texto :-)
Y me recuerda a la relación con mis queridos zapatos ...

Viktoria